Bolivia
es conocida por su gran multiculturalidad y su autenticidad, ya que el
55% de su población es indígena y autóctona. En el año 2010, el país
fue rebautizado por su Presidente, Juan Evo Morales Ayma, “Estado
Plurinacional de Bolivia”, cuyo hecho se celebra oficialmente el 22 de
febrero.
Entre las 38 etnias del país, una de las más conocidas,
por representar el 25% de la población y sobre todo porque el
Presidente mismo forma parte de ella, es la aymará. Ésta vive
principalmente en el altiplano, una planicie alta con más de 4.000
metros de altitud. Se cree que este pueblo desciende de los
tiwanakotas, una civilización anterior a la inca.
Esta cultura es conocida por ser conservadora y sobre
todo muy resistente, ya que a pesar de las invasiones incas y españolas,
perdura hasta hoy en día. Actualmente más de 1,6 millones de personas
hablan aymará y practican las tradiciones de su cultura. Esta
persistencia se explicaría gracias a una aparente sumisión a las demás
culturas y un sincretismo que ocultaba en realidad una práctica secreta
de costumbres aymaras en el núcleo de los hogares. Es por ello que aún
hoy en día, en muchos lugares se habla aymará en las casas y quechua
(idioma de los incas) o castellano, en sociedad.
Los tiwanakotas eran explotadores ingeniosos de su
medio natural. Tenían un sistema de irrigación muy desarrollado con el
fin de poder cultivar en el árido y gélido altiplano. Tenían también un
sistema de migración para ir a cultivar y recolectar productos que no
tenían, de otros ecosistemas (como por ejemplo frutos de Los Yungas,
valles de menor altitud y más fértiles).
Una de las mayores contribuciones de los aymaras es la
cultura de las patatas, de las cuales hay más de 200 tipos distintos.
Inventaron un sistema de conservación muy particular: la deshidratación
para congelamientos/descongelamiento sucesivos de las patatas que se
transforman así en chuño, que es una pequeña patata negra desecada con
un gusto muy particular que aún hoy en día forma parte de la
alimentación básica de los bolivianos.
Otro gran tema de conocimiento aymará es el calendario
astral, semejante al de los mayas, basado en sucesos del cielo y de la
tierra, con el fin de organizar la vida social de los hombres. Es por
esto que los equinoccios y solsticios son muy destacados y objeto de
importantes ceremonias y rituales.
El 21 de junio, día del solsticio de invierno en el
hemisferio sur y por lo tanto en Bolivia, es también el día de año
nuevo para los aymaras. El sol se encuentra aquel día en el punto más
alejado de la tierra y es el día más corto y la noche más larga del
año. La fecha marca el final de la época de cosecha y el inicio de un
nuevo ciclo agrícola.
La noche del 20 de junio, la población, convocada por
sabios (yatiris) y sacerdotes andinos (amautas) se reúne para decir
adiós al año que ha pasado, en torno a una mesa ceremonial, con coca,
alcohol y otros elementos de ritos andinos. Se hace vigilia toda la
noche hasta el inicio del nuevo día, cuando el sol ofrece sus primeros
rayos estos se reflejan en lugares precisos sobre sitios sagrados
tiwanakotas.
A una hora de La Paz, en el sitio de Tiwanaku, hay
ruinas de un antiguo templo tiwanakota, que son las más grandes de esta
civilización. Hoy en día aún se encuentran nuevos yacimientos
sagrados. Esta civilización tiene todavía muchos grandes misterios por
hallar, pero lamentablemente los científicos carecen aún de los medios
para descubrirlos.
Tiwanaku es el vestigio más conocido, ya que está muy
cerca de La Paz y fue una antigua ciudad sagrada de gran importancia.
Su templo es, en los momentos de sucesos astrales, el escenario de
ceremonias y ritos que atraen a grandes masas de turistas y fieles.
Cada 21 de junio, el solsticio más importante, hay una
ceremonia en la que participan junto con la gente personajes políticos
de importancia, como ser el Presidente mismo.
El Presidente también ha realizado una ceremonia en
Tiwanaku para sacralizar su toma de posesión de la presidencia, haciendo
reconocer así esta cultura relegada durante siglos en un destacado
acto político y simbólico.
En Tiwanaku, después de una larga noche de vigilia,
cerca de las 8 de la mañana, los rayos del sol, al levantarse, pasan
por la puerta del sol de Kalasasaya, iluminando el monolito “Ponce”.
Después de la salida del sol, se hace una mesa de
ofrendas al sol “Inti” y a la madre tierra, la “Pachamama”. En esta
mesa los sacerdotes sacrifican llamas cuya sangre representa la ofrenda
suprema para asegurar la prosperidad, la fertilidad de la tierra y la
reproducción de la vida gracias al sol que hace crecer las semillas. El
día se llena de festividades: la gente bebe, come, baila, etc. |
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